La experiencia de Rosalía:
“(…) Algo emerge de mi, una forma que siento
cómo propia. Sólo puedo percibir su contorno.
Pero una vez comparada con mi cuerpo físico,
podría decir sin titubeos que es gigante. Tiene el doble de mi tamaño físico.
Una vez que se halla (¿O me hallo?) en el
centro de una estrella (¿¿??) cuyas puntas cuento y son 13 (¿¿??).
En cada punta percibo una imagen de mi, cada
una con vida propia, como si de otras vidas se tratara.
Cada una tiene su poder de vida vital, al
igual que mi cuerpo físico, mi humanidad.
Al intentar soltar mi vida, mi humanidad,
siento miedo, un miedo irracional, como si me estuviera por morir de sólo
soltarla y retrocedo espantada.
Observo mi miedo y respiro profundamente y
me pregunto:
¿Qué es lo peor que pueda pasarme?
¿Morir?
Y comprendo cual es la decisión a tomar.
Observo el enorme lazo que me une a mi
humanidad, mi enorme apego a la misma, mi enorme cantidad de apegos a
diferentes seres.
Siento mi humanidad cual serpiente de fuego
poderosa y sumamente pesada, casi como si fuera incapaz de soltar semejante
peso.
Pero lo intento. A medida que lo voy
intentando percibo que las otras partes de mí
comienzan a hacer lo mismo y en la misma medida que yo lo hago.
Y me freno.
¿Qué me frena?
Siento culpa…
¿Aquellas otras yo morirán por mi decisión?
¿Quién era yo para decidir por ellas?
Y sin moverme del lugar, volví a intentar
para comprobar algo que de alguna manera intuía…
Sí, aquellas otras yo actuaban en base a mi
determinación, ellas eran tan libres cómo yo de decidir qué hacer.
Así es que continué y solté toda mi
humanidad.
Sentí una ligereza imposible de describir
con palabras, y así liviana y libre, observé a mis otras yo.
Habían realizado lo mismo, habían soltado
toda su humanidad, habían soltado su poder de vida.
Todas estábamos vivas pero sin cuerpo, sin
vida física (¿¿??).
Mi sensación era tan agradable, si cabe la
palabra, que sólo me quedé percibiendo lo que allí sucedía sin intervenir en
forma alguna.
Todas mis otras yo volaron hacia mí y se
fueron colocando a mis lados pero de forma uniforme y de alguna forma que
éramos indivisibles ya.
Éramos UNA.
Volví al cuarto donde había comenzado el
proceso, pero ésta vez no volví sola, no volví dividida.
Estaba completa en todo y amplio sentido de
la palabra.
Volví a emerger al gigante que me habitaba,
lo deje vagabundear por el lugar volviéndolo a comparar…
¡Había crecido!
Pero eso no era todo, para mi asombro:
Era mi doble gigante y llevaba alas… (…)
Extracto del libro: "Un viaje hacia la plataforma estelar" de Alicia Bauer
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